Le gustaba la venta ambulante en la misma medida que odiaba madrugar los sábados.
Y se vistió de blanco para ahuyentar los malos pensamientos, y el carmín en los labios borró la ultima huella de apatía que le quedaba.
Preparó la verdura en las cajas, escribió los carteles con su mejor letra y al terminar se sentó satisfecha a esperar.
Era principios de mes y la gente prefirió gastarse su dinero caliente en carne....